KASABA/NUBES DE MAYO

Kasaba, Nuri Bilge Ceylan (1997)

Mayis Sikintisi, Nuri Bilge Ceylan (1999)


NUBES EN CEYLAN

Nuri Bilge Ceylan se desdobla. Director tardío y de corta trayectoria, ha edificado su propia forma de hacer cine, literalmente íntima y familiar, franca y fiel a sus ideas; en la que se entremezcla su biografía delante y detrás de la cámara. Al menos eso deja intuir en su primer largometraje, Kasaba y explicita en el segundo, Nubes de Mayo.

Kasaba es en primer lugar el retrato de su infancia, filtrado por el recuerdo de su hermana, autora del relato autobiográfico del que parte la película. Asistimos a través de los ojos de los niños protagonistas, que no son otros que el director y su hermana Emine, a su situación familiar, en cuya complejidad nos adentramos atendiendo a sus conversaciones junto al fuego. Entre historias trilladas y discusiones intergeneracionales, los niños se introducen en un mundo de adultos que aún no comprenden. Inician una toma de conciencia de la realidad que les rodea, experimentando nuevos sentimientos, como la vergüenza o la responsabilidad. Memoria y personalidad comienzan a forjarse en ellos.

Esta es la situación desde la que arranca otra de las significaciones de la película: la familia como espejo ejemplar de la Turquía rural de los años sesenta y setenta. Desde la postura resignada del abuelo, combatiente y prisionero en la Primera Guerra Mundial (que nos remite a la historia reciente del país); pasando por la trayectoria del padre, hombre con estudios y expectativas; hasta llegar a la desmotivación y rebeldía pasiva del primo. La actitud de las mujeres, por su parte, permanece tranquila, paciente y en cierto modo sumisa, entrelazada entre la postura más activa de los hombres.

Todos estos elementos aparecen de una forma peculiar en Nubes de Mayo, que se constituye casi como el “making of” de Kasaba. En la cinta, un hombre regresa a la casa de sus padres, en su pueblo natal, para hacer una película. Esa película es Kasaba, y ese hombre es Nuri Bilge Ceylan (interpretado, eso sí, por Muzaffer Özdemir).

La interacción entre ambos largometrajes va en aumento hasta el punto de hacerse necesario el visionado de ambos para recibir una impresión global de todo lo que el director quiere expresar.

El modo en que ficción y biografía se combinan es en ocasiones hermético y en otras tan disperso que resulta inexplorable. La fusión de personajes, actores y personas reales contribuyen a este extraño enredo. Si en Kasaba, los padres del director interpretan a los abuelos de éste, en Nubes de Mayo hacen de sí mismos. Lo mismo ocurre con su primo Mehmet Emin Toprak, que interpreta también al primo del director, aunque con distintas variantes y en distintas épocas, en las dos cintas. Más curioso es el caso de los niños, escogidos cuidadosamente por casting. Ali, el sobrino en Nubes de Mayo, supuestamente inspira a Ceylan/Özdemir para crear el personaje del niño Ali de Kasaba. Pero, ¿no era este el trasunto infantil de Ceylan?

La intervención de familiares y amigos en sus películas es ya una dinámica habitual del director turco. De hecho, es parte constitutiva de su modo de hacer cine. Nuri Bilge Ceylan padece una cierta megalomanía que le lleva a reducir su equipo de trabajo a la mínima expresión. En Kasaba, tal y como se refleja en Nubes de Mayo sólo estuvo ayudado en la realización por su amigo y colaborador Sadik Incesu, si bien en la postproducción de video y sonido tuvo más ayuda. Intenta así crear un ambiente íntimo para el momento en el que la película nace, el rodaje. Rechaza toda presión que la premura genera en cualquier rodaje estándar, para dar lugar a un clima de tranquilidad y privacidad en el que los “actores” se sientan confiados para sacar lo mejor de si mismos. A ellos dedica todo su tiempo y esfuerzo, ya que son los creadores de realidad con sus rostros y cuerpos.

No resulta peculiar esta concepción del cine si tenemos en cuenta la trayectoria de Ceylan. Licenciado como ingeniero, en su treintena empezó a estudiar cine en Estambul; pero lo dejó a los dos años, convencido de que era una pérdida de tiempo: debía ver, pensar y hacer cine por su cuenta. Una vez comienza su labor cinematográfica, y aún consciente de las dificultades que suponía dirigir en Turquía sin subvenciones estatales, no cumplió ninguno de los requisitos que pedía el Ministerio de Cultura, desdeñando así todo elemento que coartara su creatividad, trabajando libremente desde sus inicios

Por esto no resulta raro que Nubes de Mayo hable también de la obsesión. De la suya por hacer cine, de la de su primo por escapar del pueblo, de la de su sobrino por conseguir un reloj musical. Estas manías chocan unas con otras hasta la incomunicación. Este furor por conseguir unas metas, simples en apariencia, contrasta con la quietud del mundo rural y austero en el que se desarrolla la historia. Resuena el eco de la obra de Anton Chéjov, a quien dedica la película, acentuando la obsesión, la frustración y el implacable paso del tiempo, que transcurre como adormecido entre caminos desiertos y paisajes estáticos.

A nadie se le escapa que Nuri Bilge Ceylan es en primer lugar fotógrafo. Algo subyace en sus imágenes detrás de la fuerza de sus personajes, algo que rehuye del esteticismo vulgar y reclama la contemplación. La belleza de los planos no molesta ni distrae, aunque no por eso deja de retribuir a la película de una clara connotación: el paisaje construye también al personaje, por lo que hay que recrearse en él, entenderlo como el buen telón de fondo que es, un entorno con detalles que pasan inadvertidos pero que no pueden dejar de estar presentes en ambas películas.

Y es que si de algo somos prisioneros es del pueblo en que nacimos. En Kasaba y Nubes de Mayo se explicitan tanto el deseo frustrado de escapar como la ineludible necesidad del regreso, tan presentes en el cine turco actual en particular y en el europeo en general. Si algo diferencia a Ceylan de directores como Fatih Akin (de ascendencia turca) en estas reflexiones es su férrea voluntad de naturalizar los procesos; el rechazo claro a hacer artificiales el viaje y la evolución, con todo lo que ello conlleva. Ceylan no narra un desplazamiento, congela un punto del trayecto y se detiene a observar.

Nuri Bilge Ceylan no persigue contar las hazañas de personajes extraordinarios, ni siquiera las extraordinarias andanzas de gente corriente; sino mostrar la existencia normal de personas normales. Para ello, parte de su propia realidad, tratando de borrar idealismo y heroicidad al desplegar su biografía de un lado a otro de la cámara. Tal vez esté buscando algo, o tal vez espere que nosotros lo encontremos.

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