UNITED 93

United 93, Paul Greengrass (2006)

EL SUSTITUTO DE FICCIÓN

El cine tardó en acercarse al 11-S. Estados Unidos, y en consecuencia el resto del mundo, aún lloraba la tragedia; recreada y construida desde los informativos de todas las televisiones. El mayor acontecimiento mediático de la historia había definido qué heridas debían doler.

Tras una recopilación de cortos de distintos directores de diferente nacionalidad, que trataron el tema de un modo paralelo, con historias colindantes en tiempo y/o espacio al suceso; en 2006 aparecen World Trade Center (Oliver Stone) y United 93 (Paul Greengrass), que se afanan por penetrar en el interior de la desgracia. Si bien Stone se centra en una de las muchas tragedias personales de aquel día, con su consecuente espectacularización de los hechos; Greengrass decide dar voz al menos conocido de los secuestros aéreos de aquel día, el del vuelo 93 de la United Airlines, que se estrelló antes de llegar a su supuesto destino, la Casa Blanca.

La elección de la historia por parte de Greengrass no resulta arbitraria: el desconocimiento y los enigmas ayudan siempre a la ficción. Los componentes fidedignos son relativamente escasos, apenas se contaba con los datos y perfiles personales de los pasajeros y la tripulación, la trayectoria del avión y el recuerdo que sobre las llamadas de aquel día tenían los familiares de las victimas. La leyenda estaba aún por escribir.

Y Greengrass lo hizo desde la seriedad y el respeto. El director británico tenía ya experiencia en la reconstrucción de tragedias populares desde que hiciera su película más célebre, Bloody Sunday (2002). Era consciente de que necesitaba atenerse a la verdad o a su mejor sucedáneo.

De la realidad construyó una ficción, y de la ficción un documental que pasa por realidad. Recursos como la cámara en mano, el uso de imágenes reales, los diálogos a veces ininteligibles y cargados de tecnicismos de aviación, la narración a tiempo real o la recreación al milímetro de los escenarios dotan de veracidad a la cinta.

Este efecto realista supone cuanto menos un riesgo: confundir la copia con el original, la representación con el referente; con sus inevitables consecuencias. Sin embargo, si algo salva a la película de la amenaza ideológica es la distancia sentimental que el director guarda con los personajes. La historia intenta escapar de la irremediable identificación efectista que se da entre espectador y personaje. Para ello se vale de un protagonismo coral del que nadie sobresale, de la ausencia de maniqueísmo y de la interpretación de actores desconocidos. La mirada es global y anónima, pero no indiferente.

La película dibuja dos espacios. Por un lado, el mundo exterior, en continuo proceso de comunicación, representado por los distintos centros de control aéreo; y por otro, el microcosmos aislado que surge en el interior del avión secuestrado. Las dos líneas argumentales resultantes de ambos espacios se retroalimentan para crear suspense. La bomba está puesta en el primer espacio, donde la tensión y el desconcierto avanzan hacia la catástrofe inminente; pero estalla en el segundo, donde instantáneamente la quietud se vuelve auténtica masacre entre gritos de pánico y confusión.

United 93 se desliga del 11-S para convertirse en una tragedia independiente, con héroes y villanos consistentes. Al mismo tiempo, y de un modo absolutamente perspicaz, Greengrass deja una ventana abierta a la interpretación de los hechos. No se decanta por ningún móvil de sublevación de los pasajeros a sus captores. No elige entre instinto de supervivencia y amor a la patria.

En todo caso, la cinta dignifica finalmente a estos héroes/supervivientes maquillando el caos del descenso en picado hacia un lugar indeterminado de Penssylvania mediante el uso de música; lo que, según el ojo que observe, conduce a estos personajes a una muerte cruel o al noble ascenso al paraíso que parecen merecer.

No obstante, las posibles intenciones de Paul Greengrass trascienden de la película para enclavarse en un contexto del cine americano de acción mucho menos honesto. Los villanos eran extraterrestres, después fueron soviéticos. Ahora son musulmanes.

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