Shaun of the dead, Edgar Wright (2004)
AMOR ZOMBI
Zombies party. El desesperar de los muertos. Superzombies. Definitivamente, las traducciones no le han hecho ningún favor al cine. Bien es cierto que el título original de esta película de Edgar Wright, Shaun of the dead no esclarece demasiado el contenido de la cinta al público no-anglosajón, pero al menos el desconocimiento atenúa el malentendido. Si el espectador despistado se acerca a un título como Zombies party, sin duda encontrará algo muy distinto de lo que esperaba.
Y es que Zombies party no es más que una comedia romántica, no un regalo para los trasnochados amantes del gore de los años ochenta y noventa. No se entienda esto como un reproche. La comedia romántica suele meterse en la piel de otros subgéneros, pero desde luego ha sido todo un hallazgo por parte del director británico y del co-guionista/protagonista de la película, Simon Pegg, desarrollar una simplona historia de amor en una ciudad plagada de muertos vivientes.
A Shaun acaba de abandonarle su novia, Liz, después de tres años de relación. Tras una noche de fiesta con su incorregible compañero de piso, Shaun se propone recuperarla, pero en su empeño tendrá que lidiar con una muchedumbre de zombis. Comienza así una aventura de rescate que roza lo paródico pero que, a diferencia de otras cintas como la saga de Scary Movie, convierte lo parodiado en un elemento que verdaderamente hace avanzar la historia. Eleva a los zombis a componente formal de la comedia romántica, convirtiendo la película en un homenaje más que en una mera burla.
Zombies party discurre entre golpes de humor físico, juegos musicales, diálogos insolentes y desenfadados y zombis desmembrados. Wright sólo recurre al estereotipo para ridiculizarlo (véase el increíble parecido del amigo de Liz con Harry Potter) y sus personajes son en esencia antihéroes con mucha suerte.
El relato se despliega en el entorno amable que sólo se consigue en un trabajo realizado entre amigos (el equipo técnico y artístico ya se conocía), y quizá por esto se echa de menos el estilo que sólo se da en las producciones de bajo presupuesto, tan frecuentes en el subgénero de zombis (reflexión inducida por la no-tan-falsa idea de que en las grandes producciones no hay amigos, sólo profesionales e intereses contrapuestos).
Superado el malentendido inicial, Zombies party se revela como una película simpática e irrepetible. Toda imitación sería pobre, ya que carecería de la singularidad que hace original a la cinta: tratar a los zombis como un obstáculo para el amor.
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